Óscar Muñoz deja huellas de memoria en Madrid
- Juan F Sánchez
- 2 mar 2015
- 5 Min. de lectura
Retratos impresos en un papel, a blanco y negro, son sumergidos en el agua empozada de un lavamanos, y la cara de su protagonista queda flotando unos instantes, antes de que se contraiga, se distorsione y termine yéndose por el sifón. Al lado, en otro apartado del mismo video, el proceso se revierte: de un grifo sale un fantasma de tinta que va formando un rostro hasta que entra una mano con un papel en blanco, al cual se fija el retrato y luego se retira.
Esta impresionante metáfora de la memoria, del olvido, de lo efímero y lo permanente, no ha durado más de diez segundos, pero se repite de manera incesante, cada vez con una foto diferente, a veces Jorge Eliécer Gaitán, a veces Andy Warhol, a veces un desconocido, en la más reciente obra del vallecaucano Óscar Muñoz. La instalación es una de las que más ha llamado la atención en la feria Arco Madrid, en la que el protagonismo de Colombia no ha sido para nada momentáneo. (En imágenes: La Feria Internacional de Arte Contemporáneo abre sus puertas)
“El elemento del sumidero (el sifón) es una metáfora. Es como un cíclope, un remolino que se lleva todo el pasado, el recuerdo”, dice la curadora bogotana María Wills, quien trabajó durante ocho meses con Muñoz para adaptar a un espacio madrileño el trabajo de este creador.
Y es que el espacio es fundamental en este caso: es en Tabacalera, la antigua fábrica de tabacos de Madrid, construida en el siglo XVIII, que fue remodelada y desde el 2003 es un edificio artístico gestionado por el gobierno de la ciudad, en pleno centro madrileño. (Lea también: Arte colombiano, invitado de honor en Arco Madrid)
La instalación es una de las que más ha llamado la atención en la feria Arco Madrid, en la que el protagonismo de Colombia no ha sido para nada momentáneo. “El elemento del sumidero (el sifón) es una metáfora. Es como un cíclope, un remolino que se lleva todo el pasado, el recuerdo”, dice la curadora bogotana María Wills, quien trabajó durante ocho meses con Muñoz para adaptar a un espacio madrileño el trabajo de este creador.
Y es que el espacio es fundamental en este caso: es en Tabacalera, la antigua fábrica de tabacos de Madrid, construida en el siglo XVIII, que fue remodelada y desde el 2003 es un edificio artístico gestionado por el gobierno de la ciudad, en pleno centro madrileño. (En imágenes: Desmovilizados plasman su nueva realidad por medio de dibujos)
De su antigüedad y sus espectros hablan sus baños, justamente donde la curadora Wills quiso trabajar con Muñoz: “Cuando vi el lugar pensé que era perfecto para Óscar (…) es un reto darle al artista un espacio en donde pueda crear y que no sea un cubo blanco. Y un espacio que además es una ruina, está decaído, así que muestra el paso del tiempo y ese olvido…”
Foto: Julio César Guzmán.
Obra inolvidable
La exposición está encabezada por una obra ‘in situ’, hecha para el espacio mismo, en las duchas que usaban los trabajadores de la tabacalera. Allí el autor emula una de sus famosas cortinas de baño, que son como visiones de lo que ocultan, flotando en el aire. Otras duchas son intervenidas, pero el agua se ha escurrido dejando apenas huellas de lo que allí pasó.
“Ni siquiera es obra nueva: es obra única, porque no se va a volver a ver”, exclama Wills.
A continuación, se ingresa a un espacio oscuro, frío, casi siniestro, en el que una mesa muestra el video de los retratos que se diluyen, denominado ‘Sedimentaciones’. Otro video se llama ‘Editor solitario’ y en él una persona, de espaldas (el propio Muñoz), va poniendo fotos en una hilera horizontal, u ocultándolas con un papel, de manera que las imágenes aparecen o desaparecen, con una selección de retratos que solo establecen relaciones visuales entre sí: al lado de Luis Alfredo Garavito, Enilse López ‘La Gata’ o reconocidos narcotraficantes, aparecen el militar Harold Bedoya, el boxeador Pambelé o, de nuevo, el cadáver de Jorge Eliécer Gaitán.
Luego está la zona central, una fila de lavamanos en los que solamente hay regueros de tinta, partículas de carbono como residuos de algún impreso diluido. “Son momentos específicos que visitan toda la obra de Óscar. Es como poder caminar por los dibujos que hacía en la década de los ochenta, y volverlos tridimensionales”, explica Wills.
El nombre de la muestra, Atramentos, proviene del latín ‘atramentum’, que era un líquido negro que se usaba en la antigüedad para teñir o escribir. Y tampoco es la primera vez que usa este recurso de alta sofisticación técnica, pues ya en los noventa había logrado una serigrafía sobre agua de su propio retrato (pieza llamada ‘Narciso’). Según la presentación, a la entrada de la exposición, tanto los textos como las imágenes desprendidas de su soporte se convierten en “mapas de pigmento que representan fragmentos del pasado y permanecen así, flotando en un estado deleznable y absolutamente deleble”.
La inauguración, realizada el jueves pasado, causó gran expectativa y comentarios de alto calibre. “Esto va a ser un hito, no solamente para Colombia, sino en el ámbito internacional –asegura Wills–. Allá estaban expertos como Cuauhtémoc Medina (que fue curador para la prestigiosa galería Tate, de Londres), Estrella de Diego (catedrática de la Universidad de Nueva York) y Luis Pérez Oramas (curador del Museo de Arte Moderno de Nueva York), entre otros”.
Palabras apiladas
Al final, aparece un video, dentro de un espacio equivalente a un inodoro. Se llama ‘Distopias’, es nuevo y no menos espeluznante: en él, una página de un libro se introduce en una cubeta con agua, y los renglones, uno a uno, van desprendiéndose del papel y flotando en la superficie transparente, como un caldo de letras, comas y puntos.
Con cada nueva página, la tinta, que en realidad es un polvo oscuro como el tóner, va tornando negra el agua, hasta que la cubeta parece un desolado campo de batalla de las ideas expresadas en el papel, con sustantivos muertos, verbos inactivos y fragmentos del idioma desmembrado.
Nada es gratuito en la muestra: Los textos que flotan en los lavamanos pertenecen a uno de los ‘Diálogos’, de Platón. En este caso, el de Fedro, que alude así a la escritura: “Ella no producirá sino olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria”. No es la primera vez que Muñoz hace protagonista a la palabra escrita, pues ya lo había hecho en ‘País tiempo’, con primeras páginas de periódicos que iban desapareciendo.
Para la curadora, esto es igualmente una metáfora del tiempo. Y quizás también de EL TIEMPO, pues el texto que usted lee, como esas letras náufragas en un remolino descendente, es tan efímero que esta página mañana será un periódico de ayer.
JULIO CÉSAR GUZMÁN Editor Cultura y Entretenimiento Madrid.

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